La evolución en la filosofía



 La antropología nace con el interés por el ser humano. Los relatos míticos ya recogen este interés, con la filosofía las respuestas a las preguntas se van objetivando. Podemos encontrar puntos importantes en el desarrollo del interés científico por el ser humano en: 

  • Los primeros médicos; Hipócrates y Galeno.
  • Viajes de Hesíodo por el Mediterráneo.
  • Descubrimiento de América y encuentro entre culturas.
  • Migraciones y convivencia entre culturas.

Creacionismo y Fijismo

El fijismo es una concepción biológica especulativa que sostiene que las especies animales y vegetales fueron creados por Dios, probablemente antes de la creación del hombre, y se han perpetuado a lo largo de las generaciones siguientes. Carl von Linneo (1707-1778) fue uno de los más férreos defensores del fijismo. El gran prestigio de Linneo, a quien se debe la nomenclatura binaria todavía utilizada en botánica y zoología para la clasificación de los seres vivos, dio apoyo a esta obsoleta y ya ciega concepción biológica, en una época en la que el registro fósil y los nuevos descubrimientos de las ciencias naturales mostraba la obcecación de esta concepción.


El fijismo no es incompatible con el creacionismo que afirma la creación divina de todos los seres vivos, aunque determinadas concepciones creacionistas no eran fijistas, ya que aceptaban que la naturaleza, con la ayuda de Dios, sigue creando seres vivos. Georges Cuvier (1769-1832), fundador de la anatomía comparada y la paleontología que paradójicamente serían posteriormente de gran relevancia para las teorías evolucionistas, fue otra de las grandes personalidades defensoras de una variante de fijismo. Cuvier se opuso tajantemente a la teoría evolucionista de Lamarck, en una célebre confrontación con el defensor del lamarckismo Geofroy Saint-Hilaire, defendía la teoría de las creaciones sucesivas o policreacionismo. Según esta teoría, cada catástrofe o cataclismo geológico destruía las especies existentes, de manera que Dios debía re-crear nuevas especies. Por esta razón también se conoce la concepción de Cuvier como catastrofismo.


Evolucionismo 

Las teorías sobre la evolución de la vida fueron las últimas de las teorías evolucionistas en aparecer. El evolucionismo de los seres vivos, aunque poseía muchos y muy antiguos precedentes, sólo se desarrolló plenamente de manera científica cuando ya se habían formulado otras concepciones de tipo evolucionista no biológico, como un cierto evolucionismo cosmológico o se habían propuesto concepciones de un evolucionismo geológico. No obstante, aunque en su formulación científica el evolucionismo de los seres vivos fue posterior, estaba en el ambiente científico, juntamente con las otras teorías evolucionistas: cósmica, geológica y cultural, y se desarrolla en un contexto en el que la filosofía, ya desde Vico, pero especialmente con Hegel, había destacado la importancia de los factores históricos y afirmaba una auténtica evolución del espíritu humano. La ley de los tres estadios de Comte, o la concepción de Marx sobre el desarrollo de los diversos modos de producción, pueden considerarse también como filosofías de tipo evolucionista.

Así, ya a partir del siglo XVIII comienza a aparecer concepciones evolucionistas que tendrán que enfrentarse a las tesis de los defensores del fijismo (entre ellos algunos como Linneo o Cuvier, que permanecieron anclados en concepciones creacionistas o catastrofistas y combatieron férreamente el evolucionismo). Los fijistas, amparados por las creencias religiosas y por las concepciones heredadas de Platón y Aristóteles, consideraban las especies como tipos prefijados con características constantes, claramente diferenciadas entre sí y separadas por barreras reproductivas. En esta pugna, los defensores de concepciones evolucionistas en biología tuvieron que salvar grandes obstáculos, ya que todavía carecían de las pruebas necesarias para mantener sus teorías.


Anaximandro y Empédocles 

Aunque los más remotos procedentes del evolucionismo de los seres vivos se hallan ya en algunos filósofos presocráticos, tales como Anaximandro o Empédocles, que afirmaron claramente que unas especies provenían de otras, el evolucionismo moderno tiene sus primeros antecedentes en la pugna que enfrentaba a los defensores del preformismo y los defensores de la epigénesis. Así, en los siglos XVII y XVIII, el concepto de evolución se utilizó en sentido ontogenético para explicar cómo de un germen podía emerger un organismo complejo. Pero durante el siglo XVIII, Buffon /1707-1788) ya empezó a usar en sentido filogenético, referido a cambios en la estructura de los organismos a lo largo del tiempo.

Anaximandro

Lamarck frente a Darwin 

Las similitudes entre la teoría de la evolución de Lamarck y Darwin son las siguientes:

  1. Darwin y Lamarck coincidían en que las especies evolucionan con el tiempo, ambos consideraban que los cambios evolutivos eran graduales, muy lentos y continuos. Por ejemplo, una generación de mariposas que sus alas pasaron de ser de color blanco a marrón fue un cambio en el que el color de las alas se iba transformando con el paso de las generaciones a un color más oscuro hasta llegar a marrón.
  2. Ambos pensaban que los cambios ocurridos durante la vida de un individuo se transmitían a su descendencia. Por ejemplo, las mariposas que se volvieron algo más oscuras tendrían crías con las mismas características.
Las diferencias entre ambas teorías son:

  1. Darwin había postulado la existencia de un ancestro común para todas las especies, mientras que Lamarck pensaba que el cambio de la evolución era lineal. Por ejemplo, para Darwin los seres humanos tenemos un antepasado común que vivió en el pasado y que con el paso del tiempo fue subdividiéndose hasta llegar a lo que somos hoy en día. En cambio, para Lamarck, las especies siempre existieron pero con el paso del tiempo se fueron perfeccionando.
  2. Darwin creía que las especies podían extinguirse, Lamarck no lo creía.
  3. Lamarck creía que en una población, todos los individuos de una misma generación eran iguales, mientras que Darwin sostenía que existían diferencias entre los individuos. Es decir, para Lamarck no podía existir jirafas con el cuello largo y otras con el cuello pequeño, en cambio Darwin si lo creía.

  4. Lamarck atribuía el cambio de las especies a la voluntad que tenía el individuo para sobrevivir, Darwin en cambio atribuía estos cambios a la constante selección de los individuos más aptos, mediante la selección natural. Por ejemplo, para Lamarck, todas las jirafas tenían el mismo tamaño, pero por un cambio en el ambiente, por ejemplo el crecimiento de un árbol más de lo habitual, las jirafas que tenían más voluntad para intentar seguir comiendo y así que crezca más su cuello sobrevivirán. Por otro lado, para Darwin, ya existían jirafas con el cuello corto y largo, cuando ocurría una variación en el ambiente, por ejemplo el crecimiento de los árboles, las jirafas con el cuello corto no podían alcanzar las hojas y morirían.
Pese a las diferencias y similitudes de estas dos teorías, están incompletas. 



La recepción del darwinismo en el siglo XIX 

La recepción del darwinismo dio lugar a importantes polémicas extracientíficas. Así, principalmente debido a que La descendencia del hombre y la selección sexual (1871) Darwin hacía extensivo su planteamiento evolucionista publicado en El origen de las especies (1859) a la misma especie humana, se desencadenó un fuerte movimiento de rechazo capitaneado por la iglesia, tanto anglicana como católica, lo que manifestaba el gran alcance de una teoría que rebasaba ampliamente el marco de una mera teoría biológica y se instalaba plenamente en el centro de un debate sobre el lugar del hombre en el cosmos.

 Las concepciones antropológicas no podían ya ser las mismas después de Darwin, y su influencia se extendía a todo el ámbito filosófico. De hecho, de la misma manera que la teoría de Copérnico, que desplazaba con ella al hombre, la teoría de Darwin, al señalar el origen biológico de la especie humana dentro del contexto de la evolución de las especies (como más tarde el psicoanálisis de Freud, al señalar al inconsciente como motor de la conducta humana), abrieron nuevas perspectivas en la consideración del ser humano.

No obstante, en sus inicios la teoría evolutiva de Darwin (apoyada por naturalistas), tuvo que enfrentarse a numerosos problemas no sólo ideológicos y filosóficos, sino también científicos. La ausencia de pruebas directas de la eficacia de la selección natural, la falta de evidencia de la existencia de especies que diesen explicación de las transacciones entre unas y otras, así como la excesiva juventud de la edad de la tierra eran otros tantos problemas científicos que debían ser resueltos. A pesar de ello, la gran capacidad explicativa de la teoría y los numerosos casos que podía explicar, hicieron que fuese ampliamente aceptada por la mayoría de los naturalistas. Por ello, también entre los sectores que se habían negado a aceptar la teoría también surgieron defensores. Así, el canónigo Charles Kingsley reinterpretó el darwinismo y lo introdujo dentro de los planes divinos: el hombre sería producto evolutivo de la naturaleza, pero ella misma y toda si ordenación de tipo finalista, se deberían a los designios divinos. Finalmente el descubrimiento de las mutaciones y el desarrollo de la genética permitieron superar la mayoría de las objeciones científicas que todavía se oponían al darwinismo y, aunque reformado con las nuevas aportaciones, la teoría evolucionista fue aceptada por la inmensa mayoría de los científicos a comienzos del siglo XX.


Teorías sintéticas de la evolución (Neodarwinismo) 

Hubo que esperar hasta la década de los treinta para que se elabora una teoría de la evolución que integrara la aportación esencial de Darwin, la selección natural como motor de la evolución, con la recién descubierta herencia mendeliana. Los principales científicos que llevaron a cabo la teoría sintética fueron: Theodosious Dobzhansky, George G. Simpson y Ernst Mayr. En la teoría sintética, también conocida como Neodarwinismo, la interrelación de la mutación, la recombinación genética del ADN, la deriva genética, la migración y la selección  natural eran factores que daban pie a los cambios evolutivos en los seres vivos.


Pero la teoría sintética tendría que hacer frente a ciertas objeciones; por un lado, en los años sesenta, algunos matemáticos objetaban que no había habido tiempo suficiente para que la evolución se hubiera producido siguiendo mecanismos descritos por Darwin, y, por otro lado, el registro fósil presentaba unas discontinuidades que no podían ser explicadas desde el gradualismo, por ello en los añols setenta del siglo pasado John Eldredge y Stephen Jay Gould propusieron la teoría del equilibrio puntuado. Según estos autores la evolución se caracterizaba por largos periodos de tiempo estables, estasis, alternados por breves lapsos (unos pocos milenios) en los que los cambios se producirían de forma abrupta. Según ellos esto casaría más con el registro fósil. En la actualidad sigue siendo objeto de discusión.

150 años después de su propuesta la teoría de Darwin se ha convertido en el gran pilar de las ciencias de la vida. Actualmente, y tal como decía Theodosius Dobzhansky, en biología no hay nada que tenga sentido si no es la luz de la evolución. Algo que podría extenderse a las ciencias biomédicas. Hoy en día la evolución como hecho es aceptada por la inmensa mayoría de los científicos. Lo que se cuestiona es si la selección natural darwiniana tiene tanta incidencia en el hecho evolutivo como suponía el naturalista inglés, hay quienes no están de acuerdo en que la selección natural tenga un papel determinante en el proceso evolutivo. Por esto, algunos piden una nueva teoría de la evolución, una nueva síntesis, que vaya más allá de la propuesta por los neodarwinistas. Otros aducen que la bioquímica presenta retos insalvables al darwinismo y abogan por la existencia de un diseño inteligente en la naturaleza capaz de ser descrito por los métodos de la ciencia, una propuesta que está levantando debates acalorados. La idea de que la vida se ha desplegado a lo largo del tiempo a través de un proceso evolutivo es una conquista de la ciencia que ya no tiene marcha atrás, como sucede con el big bang en cosmología y el heliocentrismo en astronomía. 


El mérito de Darwin consistió en ser el principal artífice de que esta idea se impusiera con tanto vigor. De todos modos la teoría de la evolución continua teniendo grandes retos que resolver.


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