La escuela escéptica y la iluminación
El escepticismo
Concepción filosófica que pone en tela de juicio la posibilidad de conocer la realidad objetiva. El escepticismo consecuente se suma al agnosticismo y el nihilismo, además se propaga más en los períodos de desarrollo de la sociedad en los que los viejos ideales sociales se han quebrantado ya, mientras que los nuevos no se han afianzado todavía.
Como doctrina filosófica, el escepticismo surgió en el período de la crisis de la sociedad antigua como reacción a los sistemas filosóficos precedentes que se valían de los razonamientos especulativos para tratar de explicar el mundo sensorial, contradiciéndose a menudo los unos a los otros. El escepticismo alcanzó su apogeo en las doctrinas de Pirrón, Arcesilao, Carnéades, Enestidemo, Sexto el Empírico y otros. Imitando la tradición de los sofistas, los primeros escépticos subrayaban el carácter relativo del conocimiento humano y su dependencia de las distintas condiciones de la vida (circunstancias de vida, estado de los órganos de los sentidos, influencia de las tradiciones y costumbres). La duda en la posibilidad de un conocimiento demostrable y reconocido por todos sirvió de base a la concepción ética del escepticismo antiguo.
Los escépticos antiguos predicaban la abstención de los juicios para lograr la quietud espiritual (ataraxia) y, con ello, la felicidad que es precisamente el fin que persigue la filosofía. Pero los escépticos mismos no se abstenían, ni mucho menos, de emitir juicios y creaban obras en las que criticaban los dogmas filosóficos especulativos y exponían argumentos a favor del escepticismo. El escepticismo desempeñó un importante papel en la refutación del dogmatismo de la ideología medieval.
San Agustín. La iluminación
San Agustín reconoce que hay dos modos de conocer: la razón y la autoridad. Sin embargo, estos modos de conocer no son incompatibles sino que se complementan. En último término, incluso la fe descansa en un acto de la razón: la razón natural puede llegar, mediante la actividad filosófica, a la afirmación de la existencia de Dios. Ahora bien, el Santo es perfectamente consciente de los límites de la razón y del entendimiento humano en orden al conocimiento de la esencia de Dios. Así que la fe ayuda a ir más allá de los límites de la razón, de modo que la verdadera oposición filosófica no se halla entre la razón y la fe, sino entre la razón y la duda. La fe es conforme con la razón y la razón es conforme con la fe:
a) antes de darse la fe, la razón presenta lo que se puede creer mediante razones naturales, que permiten, a su vez, adherirse a la fe revelada (ergo intellige ut credas);
b) una vez recibida la fe, la razón supera sus propios límites mediante la iluminación divina (crede ut intelligas).
Ésta es la interpretación del lema ergo intellige ut credas, crede ut intelligas, entiende para que puedas creer, cree para que puedas entender. El cristianismo es para San Agustín la culminación de la Filosofía, entendida como sabiduría. De ahí que en su sentido más alto identifique la filosofía con la sabiduría cristiana. Lo que formula San Agustín no es una doctrina religiosa sin más: es la filosofía verdadera, la sabiduría que ha alcanzado con el cristianismo su plenitud.
La percepción de lo inteligible de lo que brota la sabiduría, a deferencia de Platón, no depende de la reminiscencia del mundo de las ideas sino de la irradiación divina, del lumen rationis aeternae o luz eterna de la razón. En esta cuestión San Agustín se interesó por el modo de percibir la verdadera inteligible, y no tanto por el modo en que se produce el mecanismo de la abstracción, que será tratado siglos más tarde de modo mucho más detallado por Santo Tomás de Aquino.
Se debe subrayar que, lejos de interpretaciones ontologistas, no parece seguirse que la mente humana perciba la iluminación misma, es decir, el mismo Dios o sol inteligible. La mente humano no puede contemplar contenidas en ella. Todo lo que puede alcanzar la razón humana, finita y limitada, son características de eternidad y necesitad de las verdaderas eternas y necesarias, hechas visibles a la mente humana mediante la actividad de Dios
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