Metafísicas materialistas
Las metafísicas materialistas, afirman que el origen o fundamento de la realidad es material y no se ocupan de conceptos espiritualistas como Dios o alma, sino que, por el contrario, adoptan una actitud crítica frente a ellos, intentando explicar el origen de estos conceptos desde le punto de vista de la psicología, la antropología, la sociología, la historia, etc.
Encontramos ejemplos notabilísimos desde la antigüedad: Demócrito, sofistas, Epicuro, Hume, Feuerbach, Marx, Nietzsche, Freud, Foucault...
Atomistas
Los primeros atomistas fueron los filósofos presocráticos griegos Leucipo y Demócrito y, más tarde, los epicúreos y Lucrecio, que plantearon la hipótesis puramente especulativa de que la realidad material estaba compuesta por átomos, los cuales eran elementos simples, sólidos y llenos, físicamente indivisibles, eternos, en perpetuo movimiento, ilimitados en número, y distintos sólo por la figura (skhéma), el orden (táxis) en que se unían y la posición (thésis).
Esta teoría no fue generalmente aceptada en el mundo antiguo, y solamente reapareció tímidamente en el atomismo moderno.
Con esta concepción distinguían entre el infinito desde el punto de vista físico del infinito matemático. Físicamente, hay un límite más allá del cual no es posible la división: los átomos. En cambio desde una perspectiva matemática todo puede ser infinitamente dividido.
Marx y Engels
El materialismo que sostuvieron K. Marx y F. Engels, se caracteriza como una concepción del desarrollo de la historia y la sociedad en función de la realidad económica. La idea se halla ya en Saint-Simon, Marx se debe también en parte a Engels su articulación teórica y sistemática plena, sobre todo en sus obras La ideología alemana (1845) y Contribución crítica de la economía política (1859)
El hombre es un ser histórico que se construye a sí mismo satisfaciendo en el medio que le rodea sus propias necesidades. Esta interrelación inicial con el medio ambiente se convierte en una actividad humana modificadora del mismo, mediante el trabajo. A partir de este momento, no es simplemente un conjunto de necesidades biológicas y vitales lo que impulsa y provoca la actividad del hombre, sino la satisfacción de todas las necesidades humanas con la aplicación de lo que mayormente caracteriza al hombre como tal, como es su fuerza productiva, o relación del hombre con la naturaleza, que se convierte en motor de la historia humana. A ella se debe la existencia de unas determinadas relaciones de producción, o relaciones de los hombres que producen entre sí. Fuerzas de producción y relaciones de producción configuran, a su vez, los modos de producción, que son lo que determina una manera de vivir en sociedad en una fase concreta de la historia humana.
En los modos de producción, es decir, en la manera como se produce, se manifiesta lo que el hombre es: su naturaleza histórica. A su vez, los modos de producción condicionan todo el proceso en que se estructura la vida social, política y espiritual del hombre. En esta estructuración puede diferenciarse:
- Una base real, constituida por las relaciones de producción independientes de la voluntad del hombre y determinadas por el momento histórico de la evolución de las fuerzas productivas, que forman la estructura económica.
- La superestructura, formada por el resto de estructuras jurídicas, políticas e ideológicas, fundadas sobre aquella base real.
El materialismo dialéctico parte, en principio, de los mismos supuestos de todo materialismo: sólo existe materia y movimiento, o la materia, sus procesos, sus cambios y evoluciones, cuya explicación se halla mediante la dialéctica, en un sentido invertido respecto del que le diera Hegel.
Esta filosofía materialista la expone Engels sobre todo en su obra Dialéctica de la naturaleza, donde formula las tres leyes que rigen en esta dialéctica:
- La ley de la unión y la lucha de contrarios: el principio de movimiento y desarrollo no reside fuera de las cosas ni procede por supuesto de un primer motor, sino de las contradicciones de la naturaleza, que Engels interpreta como una refutación del principio de no contradicción. (Más adelante se negó que éste fuera el sentido de esta ley y se habló más bien de tendencias contrarias en la naturaleza y en la sociedad)
- La ley del paso de la cantidad a la cualidad: la ley de la transformación de la materia universaliza para toda la naturaleza que el cambio no consiste en una mera agregación de elementos, sino que, supuesta una determinada cantidad de los mismos, se pasa a una nueva integración o a una transformación en un todo de tipo superior, a una cualidad, en un momento determinado que depende de la naturaleza de cada fenómeno material: así como el aumento de temperatura obliga a un cambio de estado esto es, a una complejidad en un sistema nervioso que lo convierte en un psiquismo de orden superior capaz, por ejemplo, de pensamiento y conciencia.
- La ley de la negación de la negación: es el desarrollo de la característica de la dialéctica hegeliana que mejor explica la idea del progreso, porque toda novedad surge como contradicción de un primer estado, porque toda novedad surge como contradicción de un primer estado, que a su vez es negada o suprimida, por lo que hay una vuelta a un estado semejante al primero, pero en una condición más elevada; la planta es la negación de la semilla, pero un proceso ulterior lleva a la negación de la planta que se transforma de nuevo en multitud de semillas. Engels establece que estas leyes son universales y se cumplen en la naturaleza, en la sociedad humana y en el pensamiento, manteniendo la misma idea de Hegel que sostiene que el pensamiento es dialéctico porque lo es la naturaleza.
Nietzsche
La filosofía de Nietzsche supondrá un enfrentamiento radical con buena parte de la tradición filosófica occidental, oponiéndose a su dogmatismo, cuya raíz sitúa en Sócrates, Platón y la filosofía cristiana.
La distinción y oposición, realiza en sus primeras obras, entre lo apolíneo y lo dionisíaco, le llevará a desarrollar una original interpretación de la historia de la filosofía, según la cual el pensamiento se verá sometido a un alejamiento de la vida, a partir de la reflexión socrática que le llevará a oponerse a ella, negándola mediante la invención de una realidad trascendente dotada de características de estabilidad e inmutabilidad, justo las contrarias de las que posee la única realidad que conocemos, contradictoria y cambiante.
La crítica a la metafísica:
Nietzsche se opone al dualismo ontológico, fiel reflejo del dualismo platónico:
- este mundo, sensible e imperfecto
- el otro mundo, suprasensible y prefecto, fundamento de aquel
Según tal concepción, la realidad queda escindida en dos ámbitos: una realidad suprasensible, estática e imperecedera, frente a una realidad cambiante, sensible, perecedera... que es el producto residual, despreciable de la anterior. Frente a este esquema ontológico, Nietzsche creó tres objeciones.
- La infravaloración de la realidad sensible se debe a su mutabilidad, mientras que la razón humana opera con categorías inmutables (conceptos); pero el hecho de que la razón funcione con tales categorías no demuestra la imperfección ni la dependencia del mundo sensible, sino sólo la inadecuación de la razón para conocerlo... ¿Y si la razón no fuera la facultad adecuada para conocer el mundo?¿Es posible acceder de forma no racional al conocimiento del mundo?¿Es la razón nuestra única posibilidad?
- El mundo suprasensible no es más que una ilusión, una ficción, una fantasía construida como negación del mundo sensible, única realidad para nosotros.
- Recurrir a un mundo suprasensible lo interpreta, pues como una reacción anti-vital, como una negación de la vida, (vida que está marcada por el sufrimiento tanto como por la alegría), como una venganza contra la naturaleza, propia de espíritus ruines que odian la vida, un producto del resentimiento contra la vida. Incapaces de aceptar un destino trágico, los hombres se rebelan contra esa vida que les aboca al sufrimiento y la niegan, convirtiéndola en un mero residuo de otra realidad, perfecta ésta, donde ahogan su resentimiento.
La crítica de la moral:
Nietzsche acusó a la moral platónica- cristiana de antinatural por ir en contra de los instintos vitales. Su centro de gravedad no está en este mundo, sino en el más allá, en la realidad en sí, o en el mundo sobrenatural del cristianismo. Se trata de una moral trascendente que no gira en torno al hombre, sino en torno a Dios y que impone al hombre un rechazo de su naturaleza, una lucha constante contra sus impulsos vitales, por lo que significa un rechazo general de la vida, de la verdadera realidad del hombre, en favor de una ilusión generada por el resentimiento contra la vida. Tal moral es síntoma y expresión de la decadencia de la cultura occidental
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