Roma y los primeros cristianos

En el pensamiento económico de la edad media influyó de manera muy importante el derecho romano que se desarrolló entre los siglos I d.C. - III d.C. 
El derecho romano establecía la defensa férrea de la propiedad privada, así como la libertad de comercio y de contratación. Éste derecho sobrevivió a la caída del propio imperio gracias a su recopilación en el libro de Teodosio y en el Corpus Iuris Civilis, en estos textos se habla del precio justo, el precio justo de un bien o servicio es simplemente el acordado libre y voluntario regateo entre el comprador y el vendedor, el precio se consideraba justo ya que nadie obligaba a las partes a llegar al acuerdo y por lo tanto siendo cada una libre de hacer lo que quiera con sus propiedades privadas; en situaciones de violencia o fraude no se respetaba el principio de la propiedad privada y por ello al no respetarse este principio en la formación del precio estas transacciones se consideraban ilegales, por otro lado, dejaba claro que si el precio se había establecido en base a la ignorancia de una de las partes esto no era motivo suficiente para anular el trato.

El derecho romano tenía también algunos errores, por ejemplo, en una cita de las recogidas en el Corpus Irus Civilis se daba a entender que un bien podía tener un valor verdadero en si mismo distinto al acordado regateo siendo esto un presagio de las erróneas teorías del valor que tantas vidas se llevarían por delante en el futuro.




Recordatorio: Los contenidos del pensamiento económico provienen del canal Economic Pills, el cual está inspirado en el libro de Murray N. Rothbard.




La otra parte de la Edad Media que influirían en el pensamiento económico serían los primeros pensadores cristianos.

Jesús y sus apóstoles poco aportaron al pensamiento económico; como el fin de los hombres estaba cerca no era necesario pensar en trabajar y en acumular capital para afrontar el desarrollo humano. 

Una vez que se empezó a ver que el reino de los cielos no llegaba los padres de la iglesia empezaron a tratar de buscar guía a estos temas en los evangelios apoyándose también por los textos que podían encontrar de los filósofos griegos. 


Basándose en estas fuentes, el pensador Tertuliano (160 d.C.) condenó la riqueza y su acumulación por parte de los comerciantes, consideraba que la base del comercio era la avaricia y que los comerciantes usaban el engaño y el fraude ya que estos males eran algo propio de la naturaleza de la actividad mercantil, además, al prosperar las sociedades gracias al comercio empezó a decir que el crecimiento de las poblaciones acabaría trayendo epidemias, hambres y guerras.


San Gerónimo (340 d. C.) metería la pata hasta el fondo, mostrando un desconocimiento absoluto de las sociedades humanas. Él dijo que siempre que alguien obtiene una ganancia otra persona debe obtener una pérdida, por lo tanto un rico se había hecho rico gracias a que había hecho que mucha gente perdiese cosas, además afirmó que un rico podría usar sabiamente su riqueza para hacer cosas buenas.


Clemente de Alejandría (150 d. C.) defendía la propiedad privada y la acumulación de riqueza pero aconsejaba que ésta se usase para el bien de la comunidad, decía que los bienes estaban puestos por dios para ser poseídos por alguien con el fin de mejorar la vida de todos, aquellos que obtuviesen estos bienes tendrían el poder de hacer mucho bien a la sociedad, por el contrario, los pobres no tenían esa capacidad.


San Agustín (354 d. C.), el más destacado de los autores vistos. 
Al igual que Aristóteles, habló del valor de los bienes y de como éste variaba entre las personas según sus distintas necesidades y por lo tanto no había un criterio objetivo que le pudiera asociar al bien o al servicio un valor concreto, esta valoración subjetiva se une al deseo de cada hombre de comprar barato y vender caro. Basándose en el principio cristiano de que todo trabajo merece a su recompensa habló del comerciante, dijo que él hace el trabajo de transportar los bienes y ponerlos a disposición del consumidor final, este trabajo debía recompensarse. Por otro lado, al contrario de los filósofos griegos, que subrayan la importancia de que la polis debía ser la que moldeará al individuo, el que tenía que amoldarse dentro de una sociedad estática y sin innovaciones que pudiesen amenazar el orden establecido según San Agustín es el desarrollo del individuo en donde hay que poner el foco, esta forma de pensar abría la puerta a que más adelante en las sociedades cristianas hubiese una actitud más favorable a la innovación, al crecimiento económico y al desarrollo.
San Agustín señaló al Estado como un gran ladrón aunque acababa aceptando la existencia de éste para gobernar un mundo lleno de pecado, una especie de mal menor. Decía que lo importante no es el desarrollo del estado, sino del individuo.

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