Antropología platónica

 El mito de la caverna enlaza la concepción que Platón tenía de la realidad, o teoría de las ideas, con su teoría del conocimiento. Otro mito, el del carro alado, enlaza la teoría del conocimiento con su antropología o visión del ser humano. Esta también se caracteriza por un marcado dualismo. Si respecto a la realidad hablamos de ideas y cosas, respecto al ser humano hablaremos de alma y cuerpo. 



El mito del carro alado 

En el pensamiento de Platón, los mitos sirven para acercarnos al corazón de una cuestión compleja y de difícil acceso. Y, ciertamente, la cuestión del alma todavía hoy resulta un tema complejo y difícil de estudiar. El mito del carro alado, que aparece en su diálogo de madurez Fedro, nos ayuda a entenderlo.

El mito compara el alma a un carro alado o "fuerza en la cual van naturalmente unidos un auriga y una pareja de caballos alados". El auriga conduce a un carro tirado por un par de caballos. Uno de los animales es blanco, bello y bueno; el otro, negro, feo, malo. El caballo blanco simboliza las tendencias positivas del hombre, que serían las pasiones como el coraje o el valor, la ira y la esperanza. Estas constituyen la parte irascible del alma, localizada en el pecho. El caballo negro, por su parte, representa las tendencias negativas del ser humano, los deseos más bajos, como el instinto de conservación y la sexualidad; es decir, la parte concupiscible del hombre, localizada en el vientre. El auriga simboliza la capacidad intelectual del ser humano, el pensamiento: su parte racional localizada en la cabeza.

El alma, simboliza por el carro alado, vive y se mueve en el mundo de las ideas; este es su sitio y su casa. Si el auriga controla los caballos, le será posible, gracias al poder propio de las alas, elevarse y gozar de la contemplación de las ideas. Ahora bien, si, por el contrario, es un conductor inepto al que los caballos se le rebelan y no sabe elevarlos, lo tendría muy difícil para contemplar las ideas. 

A veces, la falta de dominio del par de caballos hace perder el equilibrio. Entonces también el alma pierde las alas y cae al mundo de las cosas. Allí "se coge a algo sólido, donde se establece, y toma un cuerpo terrestre". Esta alma caída, sin alas y aprisionada en un cuerpo terrestre, se encuentra extraña y fuera de su elemento. Su mayor anhelo es retornar a su mundo original. 

El retorno del alma a su mundo natural requiere la recuperación de las alas para elevarse de nuevo. Pero ¿qué es lo que hace renacer las alas? Como veremos más adelante, el amor desempeña un papel fundamental para ello, pues no es otra cosa que anhelo y deseo de aquello que no tenemos, pero que hemos tenido.



Alma tripartita y virtudes éticas 

El mito del carro alado nos muestra el alma como una fuerza, como una entidad dinámica que integra tres partes: la racional o intelectiva, la irascible o de las tendencias positivas y la concupiscible o de las tendencias negativas. Pues bien, la ética platónica se basa en esta división tripartita del alma. Platón habla de tres virtudes que se corresponden con las tres partes del alma: la sabiduría, la fortaleza y la templanza. 


  • Sabiduría: pensamiento --- > Racional (auriga) 
  • Fortaleza: pasiones nobles ---> Irascible (caballo blanco) 
  • Templanza: instintos ---> Concupiscible (caballo negro) 

Finalmente, si cada parte hace con excelencia o virtud lo que le es adecuado, aquello que le corresponde como tal, entonces se alcanza la armonía en el alma; esta armonía o equilibrio entre las partes del alma es lo que Platón denomina justicia 



El dualismo alma y cuerpo

Podemos resumir la concepción platónica del ser humano afirmando que este es, fundamentalmente, su alma. Pero, como hemos visto, mientras estamos en este mundo, el alma está unida al cuerpo de manera incómoda y accidental. Alma y cuerpo conviven como el caballero y su caballo, como el piloto y la nave que gobierna. "Cuando el alma y el cuerpo están juntos, la naturaleza dispone que el uno sirva como un esclavo y sea mandado, y que la otra mande y haga de amo". Esta es una visión dualista, en la que el alma es altamente valorada y el cuerpo infravalorado.

Alma y cuerpo son dos entidades totalmente distinguibles y desiguales. El cuerpo es físico y mortal, sensible e imperfecto, materia caduca y despreciable. El alma, por otro lado, es inmortal; es inteligible y perfecta; es lo que define al ser humano y le permite realizar lo más elevado. Dicho de otra manera, mientras que el cuerpo pertenece al mundo de las cosas sensibles y temporales, el alma es originaria del mundo de las ideas eternas: "Lo que más se parece a lo divino, a la inmortalidad, a lo inteligible, a lo que tiene forma única y no se puede descomponer, a lo que es inmutable e idéntico a él mismo, el alma. 

Pero es precisamente este dualismo y el noble origen del alma lo que hace posible el conocimiento de las ideas. Las abstractas e inmateriales ideas son alcanzables porque el alma forma parte de este mundo perfecto del que, solo temporalmente, ha sido expulsada. El anhelo del alma es regresar a su verdadero hogar, el mundo inteligible. Sin embargo, para poder retornar a él debe estar limpia de toda impureza. De lo contrario, no superará el juicio de las almas y tendrá que reencarnarse, tal como recoge el miro de Er, el armenio, que encontramos al final de La República




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