Epicureísmo

 El epicureísmo fue una escuela filosófica helenística que recibió su nombre de Epicuro de Samos (341-270 a. C.). Hijo de un ateniense emigrado, con 18 años Epicuro dejó Samos y se trasladó a la tierra de su padre para restablecer su condición  de ciudadano y frecuentar las más reconocidas escuelas. Sin embargo, allí las conmociones políticas eran tan grandes (había muerto Alejandro Magno) que pronto tuvo que abandonarla. No pudo volver hasta el año 307 a. C., a la edad de 34 años. Entonces formó su escuela en una casa con un jardín adjunto, por lo que se la conoció como El Jardín, un lugar para descansar, reflexionar, dialogar y conversar con el maestro.

El Jardín no era solo una escuela para la transmisión de conocimientos, sino también un centro de aprendizaje de un estilo de vida que tendía a la búsqueda de la felicidad. El epicureísmo tuvo sus raíces en las escuelas prehelenísticas hedonista y recuperó el atomismo de Demócrito.



Algunos autores afirman que, durante su juventud, Epicuro solía acompañar a su madre cuando iba por las casas para recitar oraciones purificadoras, y que esta experiencia marcó su filosofía. Lo que sí se sabe con seguridad es que muy pronto sintió un profundo odio por las supersticiones y las creencias influidas de todo tipo; la lucha contra las supersticiones, los miedos y las inquietudes de los humanos se convirtió en la característica dominante de su pensamiento.

Para Epicuro, la filosofía tiene una función fundamentalmente práctica; por eso dijo "Vana es la palabra del filósofo que no cura los sufrimientos del ser humano". Así, pues, la primera función del filósofo consiste en liberar al ser humano de las turbaciones que le inquietan y, en segundo lugar, debe conducirlo hacia la conquista de la felicidad. El primer propósito se obtiene con la fórmula llamada tetrafarmakon o los cuatro remedios del epicureísmo:




  • Epicuro dividió su filosofía en tres partes: la canónica, la física y la ética:

La canónica. Hace referencia a las normas o los cánones del conocimiento. Todo conocimiento aspira a hacer posible el acceso a al felicidad; por ejemplo, el conocimiento nos hace ver la validez de los cuatro remedios que propone Epicuro. Son muchos los errores y engaños que generan temores y nos hacen desgraciados; la canónica nos avisa de los peligros de las oportunidades falsas o carentes de fundamento racional.

La física. Trata del funcionamiento de la naturaleza y del ser humano. Recupera la eclipsada tradición atomista de Demócrito, según la cual los átomos y el vacío explican los cambios de nuestro mundo. Pero va más allá: los movimientos de los átomos hacen superfluo hablar de los dioses y de sus intervenciones; sus movimientos son espontáneos, contrarios al destino o a predeterminaciones y en ello se basan para defender la libertad humana.
En un mundo dominado por las supersticiones y la astrología, Epicuro, y después Lucrecio, parte del atomismo para defender que el futuro se encuentra, aunque sea parte, en manos de los propios humanos. No hay que esperar el devenir como si fuera una realidad, ni tampoco hay que desesperar como si no fuera a llegar nunca.

La ética. Es la parte más importante del epicureísmo. La búsqueda de la felicidad es el fin fundamental de la vida, y esta se encuentra en el placer. El placer y la felicidad de los que habla Epicuro consisten en la satisfacción medida y equilibrada de las necesidades naturales (beber, comer, dormir...) y en la serenidad del espíritu conseguida a través de la filosofía y de los "cuatro remedios".

La ausencia de un destino predeterminado permite al ser humano seguir el camino que lo lleva a la felicidad más estable, que consiste en la ataraxia (ausencia de dolor y de perturbaciones). Ahora bien, para llegar a la ataraxia, es importante haber alcanzado antes la autarquía o autosuficiencia. Epicuro recomienda alejarse de todo lo que perturba al espíritu (por ejemplo, la política) y dedicarse a aquello que proporciona felicidad, como la amistad, a la cual los epicúreos conceden una gran importancia.

Esta corriente filosófica tuvo continuidad, ya que hacia el final de la Roma republicana, en el siglo I a. C., el epicureísmo ya había arraigado en un sector importante de la sociedad romana. De esta época es el grandioso poema filosófico escrito por Lucrecio (95-51 a. C.), titulado De la naturaleza, donde presenta y defiende la física y la ética de Epicuro.

El poema se divide en tres partes dedicadas a la metafísica, a la antropología y a la cosmología, respectivamente. La primera trata de los principios de la realidad: el espacio, los cuerpos sensibles y la materia. La segunda se centra en el ser humano. En la tercera habla del universo y los fenómenos físicos. La obra fue editada por Cicerón después de la muerte de Lucrecio.



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