El Escepticismo


El escepticismo es otra respuesta filosófica a la situación de pérdida de referentes. Su nombre proviene del griego skeptomai, que significa "examinar atentamente". Después del examen cuidadoso de la realidad que les rodea, el escéptico considera que nada se puede conocer con exactitud y certeza. Así, es posible detectar actitudes escépticas en muchos pensadores que han cuestionado la posibilidad de alcanzar verdades firmes.

Hoy la palabra escéptico está muy arraigada en nuestro lenguaje cotidiano; es un calificativo que a menudo se aplica a las valoraciones que implican falta de confianza en las posibilidades humanas de conocimiento. Por ejemplo, si alguien comenta que una teoría sobre el cosmos (como si es finito o infinito) le es indiferente porque nunca se podrá saber si es verdadera o falsa, se suele considerar escéptico.


El fundador del escepticismo helenístico fue Pirrón (360- 275 a. C.). Fue discípulo del megárico Euclides. Pero, cuando Alejandro preparó su guerra contra los persas, se alistó en el ejército y lo acompañó en todas sus campañas hasta la India. Quizá haya sido esta prolongada expedición, a lo largo de la cual observó pueblos y costumbres muy diferentes, lo que lo llevó a pensar que no hay ningún fundamento racional para preferir una pauta de conducta o una acción moral a otra. Por lo tanto, pensaba que se deben aceptar las costumbres del país en que uno se encuentre sin emitir ningún juicio valorativo.


Tanto Pirrón como su discípulo Timón (320-235 a. C.) defendieron que la razón humana no puede penetrar hasta el corazón de las cosas; de ellas solo podemos captar las apariencias. Como es imposible conocer las cosas tal y como son, no se puede asegurar nada ni tener certeza sobre ningún tema. Por tanto, no es posible emitir juicios como "esto es cierto", "aquello es falso", "esta cosa es así"..., y, si lo hacemos, no hay forma de saber si se está afirmando la verdad. Una vez que llega a esta conclusión, el escéptico considera que es mejor abstenerse de juzgar, ya que nunca sabrá si el juicio es acertado. 

En consecuencia, la postura más sensata, la postura del sabio, es la abstención del juicio, en griego epokhé. La epokhé significa la renuncia total a saber algo con certeza y a opinar con seguridad sobre tema alguno. El escepticismo que practica esta suspensión del juicio cree que vive en un mundo de apariencias cuya realidad nunca podrá conocer, y justifica esta actitud de duda sistemática con los cinco tropos, razones que, según el escepticismo, fundamentan la desconfianza ante el conocimiento. La epokhé es mucho más que un principio lógico de defensa de la duda como la actitud más razonable, es un principio que propone como actitud vital la renuncia a decidir, la suspensión de todo tipo de juicio.

Ahora bien, para poder vivir dentro de la sociedad, los escépticos solían aceptar los conocimientos (más probables) y las normas éticas de la comunidad  en que vivían, aunque creyeran que era imposible saber con certeza si estos conocimientos y normas eran válidos o no.

En un momento de desconocimiento como el que se vivía en Atenas, en que rivalizaban escuelas filosóficas diversas y opuestas, el escepticismo resultó una opción muy atractiva, ya que se interpretó como el final de la difícil búsqueda de la verdad. Si la verdad era imposible de encontrar, e incluso podía no existir, no tenía sentido continuar el árido camino del conocimiento; los propios sabios aconsejaban no afirmar ni negar nada, ni tratar de emitir juicios sobre tema alguno. Por este motivo el escepticismo tuvo un éxito popular muy considerable: se convirtió en la filosofía de la duda dogmática. 

Primero durante el helenismo y más tarde en la Roma imperial, el escepticismo mantuvo su vigencia e incluso fue asumido por  miembros eminentes de la Academia platónica, como Carnéades. Si bien Platón había proclamado la capacidad humana de acceder a las realidades más elevadas (las ideas), también había sostenido un cierto escepticismo sensorial (respecto a lo que los sentidos permiten conocer). Por otro lado, el propio Sócrates había repetido que no sabía nada. Así, cuando, en los siglos helenísticos, los académicos se inclinaron hacia posturas escépticas, les pareció retomar al auténtico pensamiento socrático. Sin embargo, lo cierto es que Sócrates consideraba su "ignorancia" como un punto de partida en el camino del conocimiento, no como un obstáculo para avanzar.

Cuando, a mediados del siglo II a. C. Carnéades, director de la Academia platónica, visitó Roma en su misión diplomática, expuso con entusiasmo las filosofías de Platón y Aristóteles en una primera conferencia a los jóvenes deseosos de conocer la cultura griega. Sin embargo, en una segunda conferencia las refutó, con el objetivo de demostrar que ninguna conclusión es firme y totalmente válida. Posteriormente, la Academia abandonó las tendencias escépticas; no obstante, estas no desaparecieron.


En el mismo siglo de Lucrecio, las posiciones escépticas, si bien de una manera ecléctica (es decir, combinadas con posiciones de otras escuelas), fueron adoptadas por el filósofo y cónsul de la República romana Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), quien aportó a los romanos el lenguaje filosófico de los pensadores helenísticos adaptado al latín.

A finales del siglo II, el escepticismo fue reformulado por Sexto Empírico. Sexto, dedicado a la actividad médica, fue conocido con el sobrenombre de Empírico porque, a diferencia de los otros médicos de su tiempo, que basaban su ciencia en la tradición dogmática, él quería fundamentarla en la observación de datos o síntomas para, a partir de esa información objetiva, elaborar hipótesis sobre las causas de la enfermedad.

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