Solo es feliz aquel que es libre, y solo es libre quien vive sabiamente y es dueño de su vida.
-Séneca
A diferencia del epicureísmo, que fue bien definido por su fundador, el estoicismo es obra de diferentes autores, y la doctrina de su fundador no es idéntica a la formulada por estoicos posteriores de la Roma imperial. El estoicismo tiene un primer momento o período fundacional, con Zenón de Citio, Cleantes y Crisipo, lo cuales establecen las bases de la doctrina estoica; un segundo periodo, el de su introducción en Roma, y una tercera etapa, la del estoicismo nuevo o imperial, un resurgimiento en pleno Imperio romano protagonizado por pensadores como Séneca, Epicteto o Marco Aurelio.
Zenón, nacido en Citio, Chipre, es considerado el fundador del estoicismo. Era un fenicio helenizado cuya familia se dedicaba al comercio. Parece que a los 22 o 23 años, cuando por un asunto comercial visitó Atenas, quedó fuertemente impresionado al conocer a los hombres que afirmaban ser los auténticos discípulos de Sócrates: eran cínicos. Estos, especialmente Crates, le mostraron un Sócrates que encajaba totalmente con el ideal estoico; los estoicos de todos los tiempos siempre han admirado el autodominio de Sócrates ante el tribunal que lo juzgó, su calma ante la inminente muerte, su afirmación de que es preferible padecer una injusticia a cometerla.
Hacia el año 300 a. C., Zenón comenzó a enseñar el ideal de vida que había ido elaborando a partir de sus contactos con cínicos, megáricos y otros. Su lugar de reunión era un pórtico bellamente pintado en el ágora de Atenas. "Pórtico pintado" en griego es stoa poikile, por lo que se conoció a sus seguidores como "los del pórtico", los estoicos. Muy pronto, Zenón adquirió una gran reputación. A diferencia de los cínicos, sus oyentes pertenecían a todas las clases sociales, incluso algunos de ellos eran muy poderosos. También se distinguían de los epicúreos, que rechazaban toda implicación política, pues los estoicos acogieron en su escuela a políticos y gobernantes.
Muerto Zenón, su discípulo Cleantes de Aso fue el jefe de la escuela. Posteriormente, Crisipo ordenó y estructuró el conjunto de ideas estoicas.
Igual que los epicúreos, los estoicos dividieron la filosofía en tres partes: física, lógica y ética. Como hombres inmersos en la crisis de identidad del helenismo, también buscaron una guía de salvación que permitieran superar el malestar producido por la pérdida de la polis y los conflictos posteriores.
- La física. La concepción que los estoicos tienen del universo, su física, configura el conjunto de su filosofía, especialmente su ética. La física cosmológica de los estoicos concibe el universo como un ser vivo integrado por dos principios: una materia pasiva y un alma activa que le da fuerza, vida y sentido. Este ser vivo es materia e inteligencia, una inteligencia o racionalidad, un logos, que lo rige y determina (aquí se percibe la influencia del pensamiento de Heráclito en la filosofía estoica).
Los estoicos identificaban el universo con Dios; por lo tanto, su física es panteísta: el cosmos está ordenado por una inteligencia divina, todo está previamente determinado, ningún acontecimiento es consecuencia del azar. La presencia de la divinidad en las mismas entrañas del cosmos exige que este, globalmente, sea perfecto. Todo lo que acontece en el universo responde a un sentido, todo lo que le pasa al ser humano, un microcosmos dentro del macrocosmos, también tiene una racionalidad. El sabio es aquel que comprende lo que acontece y lo acepta.
- La lógica. El logos es la principio activo que rige el cosmos, pero es también lenguaje y razón: la lógica estoica estudia el discurso o lenguaje. Fundamentalmente es una lógica proposicional que tiene sus raíces en la preocupación de la escuela de Megara por el lenguaje y lo que se puede decir sin incurrir en paradojas.
- La ética. Los estoicos basan su ética en la aceptación de lo que acontece y la ausencia de deseo. Creen que todo lo que sucede en el mundo está regido por el logos y que la aceptación de este destino es la mejor pauta ética. La ética estoica establece que, en un universo determinado por un orden racional, el ser humano solo puede encontrar la felicidad en la aceptación del orden racional, el ser humano solo puede encontrar la felicidad en la aceptación del orden cósmico. La libertad humana radica en la aceptación de la determinación, en la resignación ante lo que es necesario e inevitable; no en la sublevación ante lo inevitable. Los estoicos afirman que, si se razona correctamente, se concluye que lo mejor es aceptar el orden natural. La virtud o excelencia es vivir de acuerdo con la naturaleza, y esta sigue un orden inflexible, un destino.
A pesar de este destino, de esta conexión que encadena todos los acontecimientos, los estoicos hablan de libertad. Sin embargo, para ellos la libertad solamente consiste en conocer lo que va a suceder y aceptarlo. El ser humano libre es aquel que no permite que ninguna pasión ni deseo perturbe la aceptación del orden cósmico. Consideran que esta imperturbabilidad de espíritu es la virtud de los fuertes.
Por lo tanto, el estoicismo identifica la perfección humana con la apatheia (ausencia de pasiones o deseos); el ideal es el hombre imperturbable, capaz de permanecer inmutable ante los infortunios que se le puedan presentar.
También el estoicismo tuvo una importante continuidad. Del conjunto de todas las escuelas helenísticas, esta fue la que arraigó más profundamente en el período romano. Los representantes más destacados del pensamiento estoico corresponden a la etapa de la Roma imperial: primero Séneca y posteriormente Epicteto y Marco Aurelio.
Fue precisamente un esclavo, Epicteto (al que su amo le concedió la libertad), quien, después de Séneca, propugnó más decididamente el pensamiento estoico. A su vez, el emperador Marco Aurelio escribió una serie de reflexiones que proclamaban, entre muchas otras cosas, la identificación estoica del ser humano con la naturaleza.
Séneca
Lucio Anneo Séneca es un referente fundamental de la filosofía estoica. Natural de Córdoba, pasó gran parte de su vida en Roma. Únicamente un prolongado viaje a Egipto y el destierro que sufrió a Córcega lo alejaron de forma temporal de la capital del Imperio.
Gran orador, filósofo y político (fue senador en tiempos de Tiberio y ministro bajo el reinado de Nerón), escribió muchas obras, entre ellas: De la brevedad de la vida, De la tranquilidad del alma, De la felicidad, De la constancia del sabio, De la clemencia, Del ocio, De los beneficios, el famoso conjunto de sus Epístolas a Lucilio y la obra donde recoge sus escritos físicos: Cuestiones naturales.
Este pensador destacó por mantener un estoicismo ecléctico y de fondo religioso. Capaz de dialogar con otras corrientes de pensamiento, también admiraba las enseñanzas de Epicuro y su visión práctica de la filosofía, que adoptó en su propia vida. Lejos de intentar presentar una teoría que estructurase el discurso ético, lo que hizo Séneca a través de sus obras fue ofrecer una guía moral para conseguir una adecuada formación del carácter.
Séneca concebía al filósofo como un educador del género humano; por eso no se dirigía al sabio, sino al hombre corriente, al colectivo humano en su globalidad, pues creía que todos somos miembros de un mismo cuerpo, fragmentos del gran fuego cósmico: todos somos fragmentos de Dios. En consonancia con su defensa de la igualdad humana, mantuvo una postura crítica con respecto a la esclavitud y las luchas de gladiadores, a la vez que defendió el derecho de las mujeres a tener acceso a la misma educación que recibían los hombres.
Maestro de filosofía moral, se dirigía a los demás para hacerles ver que la ambición, el poder, la persecución de la riqueza o la necesidad constante de introducir novedades o cambios en su propia vida no procuran la felicidad. Enseñó que la felicidad se halla en el encuentro personal e íntimo con uno mismo, con la propia conciencia. Invitaba a buscar la serenidad, esa serenidad que libera de las pasiones que esclavizan al ser humano y le impiden alcanzar la auténtica libertad. Naturalmente, no creía que fuera un camino fácil, pero afirmaba que solo es feliz aquel que es libre, y solo es libre quien vive sabiamente y es dueño de su vida.
Alcanzar esa sabiduría y vivir de manera conforme a la naturaleza y la razón requiere fuerza de voluntad. Se ha de adecuar el vivir con el obrar, y el cultivo de la filosofía resulta crucial para tener éxito en semejante empresa, así como el cultivo de buenas amistades. Ser sabio no es entregarse a la contemplación absoluta. Séneca aseguraba que hay que tener contacto con el mundo y vivir con un espíritu cosmopolita, como rezaba el ideario estoico.
Comentarios
Publicar un comentario