La monarquía hispánica de Felipe II

Felipe II es hijo de Carlos V, quien en 1556 decide abandonar el trono y retirarse al monasterio de Yuste, cediendo a su hijo los reinos hispanos, el Milanesado, los territorios italianos y americanos, los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado, mientras que a su hermano Fernando, le cedió las posesiones en Austria y los derechos a aspirar a la corona imperial.

Sus objetivos políticos fueron:

  • Mantener la herencia territorial recibida de su padre, Carlos V.
  • Mantener la hegemonía en Europa y en el mundo. ("Bajo su imperio nunca se ponía el sol")
  • Luchar contra la herejía y defender el catolicismo.
  • Tratar de imponer una Monarquía Absoluta en todo su patrimonio.
Se dice que es una "Monarquía hispánica" porque Felipe II, nacido en Valladolid, abandona la idea de imperio universal de su padre por la de un imperio hispánico. Su política es centralizadora y Castilla se convierte en el reino más importante, (motor financiero y militar), estableciendo en Madrid la capital de su imperio en 1561.
Procura elegir consejeros de la Península, y bajo su gobierno se consiguió la anexión de Portugal.




Entre los hechos más importantes de su reinado destacan:


Problemas internos 

La rebelión morisca en las Alpujarras en 1586-1570, tras la publicación de un decreto real en 1567, por el que se prohibía el uso de lengua, costumbres, e indumentaria morisca. La revuelta duró dos años y fue sangrientamente sofocada, repartiendo después a más de 100.000 moriscos granadinos por Castilla con la idea que se integraran. Sus tierras fueron confiscadas y el problema no se resolvió, pues se proyectará en el reinado de Felipe III, quien acabará por expulsarles definitivamente.



Problemas en Aragón ante la protesta del nombramiento de un virrey que no era aragonés para este reino. El problema se agudizó cuando en 1591 su secretario Antonio Pérez fue acusado de asesinar al secretario de D. Juan de Austria, y se refugió en Zaragoza tras huir de la cárcel, amparándose en el Justicia Mayor de aquel reino. 
Zaragoza se levantó y Felipe II mandó un ejército con el que se acabó las alteraciones, ejecutando al Justicia Mayor, Juan Lanuza, que se había puesto al frente de la sublevación. Sin embargo Antonio Pérez consiguió huir a Francia.
Felipe II prometió respetar los fueron e instituciones de Aragón, pero se reservó la posibilidad de nombrar al Justicia Mayor y virreyes que no fueran aragoneses.


Ambos problemas son reflejo de la intolerancia religiosa y el autoritarismo monárquico.




Continuos enfrentamientos con Europa para mantener la hegemonía.


Hubo victorias, como la de San Quintín (1557) contra Francia, (que apoyaba a los rebeldes holandeses), o la de Lepanto en 1571 contra los Turcos, tras unirse al Papado y a Venecia en la Liga Santa para recuperar Chipre. Con ello, se frenaba de momento el paso a Occidente de los turcos, pero no se resolvió el problema.


También hubo desastres, como el de la Armada invencible frente a Inglaterra en 1588.
La reina Isabel I, anglicana, apoyaba a los protestantes holandeses en contra de España, así como a corsarios ingleses para que destruyeran la flota española en las Indias. 
También influyó en la muerte de la reina católica María Estuardo.
Con todo ello, Felipe II preparó una potente armada, que partió desde Lisboa al Canal de la Mancha, pero que debido a la falta de coordinación de quiénes la mandaban y las inclemencias meteorológicas, sufrió una enorme derrota.

En los Países Bajos fueron continuas las tensiones como consecuencia del autoritarismo real, la instauración del protestantismo-calvinismo y la exigencia de una mayor independencia.
Tras miles de muertes y grandes tensiones, al final se tuvo que reconocer la división en dos zonas: al Norte, Las Provincias Unidas, calvinistas, y al Sur, Flandes y Luxemburgo, católicas, que continuaron bajo el poder de Felipe II.

La unión con Portugal en 1580, supuso la Unidad ibérica, al hacer valer sus derechos al trono al morir su tío, el anciano rey D. Enrique.
A pesar de haber más candidatos, tras invadir Portugal y enfrentarse en una pequeña guerra, fue aceptado en las Cortes de Tomar, tras ser apoyado por la nobleza y el clero.
Felipe II tuvo que jurar las leyes de Portugal, y aceptar instituciones y autonomía del reino. A cambio, el imperio de Felipe II alcanzaba su máxima extensión.




Comentarios

Entradas populares de este blog

La gran Depresión de 1929

El imperialismo

La emancipación de la América española

Copérnico y Galileo. Cosmovisión moderna